miércoles, 23 de diciembre de 2009

El amor de mi madre no se apaga, nunca se apagará

Creo que este sentimiento que tengo no es digno de mi madre, ni de mi padre y mis hermanos. Creo que es más digno de mi madre lo que ustedes hacen: celebrarla y nutrirnos de toda la vida que dejó regada y que nunca se apagará. Explico un poco más mi renuencia: quienes tenemos intención de escribir literatura solemos caer en una trampa: traicionar el tema, atraer más la atención sobre el cómo y no sobre el qué. Ese sentimiento se me vuelve claro a la hora de intentar escribir sobre mi madrecita: la inercia de mi mente es empezar a intentar escribir "bonito". Ése es mi hábito y hasta mi trabajo. Pero no quiero que palabras elegantes intenten restarle ni un tantito al inmenso dolor que todos sentimos, y no quiero ni pensar que pueda tratar de llamar la atención sobre mi escritura en lugar de sobre nuestra amadísima madre. Esto me ha detenido una y otra vez frente a la pantalla. Se me han agarrotado los dedos y el corazón. Y otra cosa: la sensación de que empezar a escribir sobre mi madre es confirmar que ya no está, es empezar a hablar en pasado y empezar a hablar de recuerdos, cuando a todos aún nos queman en el alma sus besos y todavía nos entibia su mirada tan llena de amor. Y cuando todavía tenemos en el cuerpo el olor de la noche en que la velamos y todavía tenemos en los zapatos la tierra del panteón donde la enterramos, y cuando todavía nadie de nosotros quiere creer que es cierto y cada vez que la conciencia se hace clara sentimos esa desesperación en el estómago y en el pecho que todos sabemos que sentimos. Eso siento.

Pero ambas cosas están mal. Si me traiciona lo "bonito" será en honor a la gracia de mi madre, a su hermosura. Será en ofrenda a su preciosa vida. Y entregarnos a los recuerdos sólo es seguir respirando de ella, seguir recibiendo su amor, cosa que nunca acabará. Creo que éste es el sentido de lo que ustedes hacen, y que a mí me cuesta trabajo hacer, porque acostumbro complicarme la vida mentalmente. Pero es más digno de mi madre, de mi padre y de mis hermanos regocijarnos en el recuerdo de mi madre y seguir alimentándonos de ella, para aguantar el ramalazo espantoso de que nos la hayan arrancado de nuestra vida.

Sobre todo: es más digno de la infinita e inconmensurable misericordia y amor de Dios, que nos ha prometido, como Señor del universo, que nos regresará pronto a nuestra amada y preciosa mamacita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario