miércoles, 3 de febrero de 2010
Madre nuestra, que estás en el cielo
Por la gracia de Dios mi madre ha triunfado en su carrera. Ha llegado al final, cruzando por la vida azarosa, padeciendo y gozando. Vio la luz hace setenta y cinco años. Entró a la vida a cumplir los propósitos eternos de Dios. Fue bebé, fue niña, fue adolescente, fue joven, fue esposa, madre, abuela. Dios la dotó de una sensibilidad especial y gozó mucho del amor y sufrió mucho de los sinsabores que pueblan el mundo. Dios la dotó de una capacidad especial para el amor y para la generosidad. También la dotó de un carácter fuerte que le dio muchas penas. La dotó de un don especial para las palabras y su voz iluminó tantas y tantas situaciones oscuras. Mi madre fue dotada con un altísimo sentido de la responsabilidad, de la lealtad y la honradez. Muy lejos estuvo de lo ladino, de lo traicionero, de lo cobarde. No fue su hábito maquinar males contra nadie. Mi madre es una mujer altamente querible, como ha quedado demostrado en las muestras de dolor y de aprecio a partir de su viaje a la presencia de Dios. Debemos agradecer a Dios por la persona que Dios nos escogió como madre. Algo de ella vive en nosotros y Dios quiera tener con nosotros la gracia de poder emularla, de seguirla amando al ser como ella. Mi madre ha cumplido. Por la gracia de Dios vino, vio y venció. Hoy le toca recibir su corona, llegar a la meta de la mano de Cristo. Mi madre descansa de las fatigas de la vida. Mi madre goza de su infinitamente amado Señor y el cuerpo que Dios le prestó se está haciendo polvo, como dice la bendita Escritura, y esperamos aquel maravilloso remolino que volverá a rehacerlo en un cuerpo glorioso y perfecto al que volveremos a abrazar y besar en la perfección de la tierra nueva.
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Manito, cuanto razón tienen tus palabras y quise ser frio un poco y analizar lo que has dicho y todo lo que dices es maravillosamente cierto; no es duda lo que me hizo hacer el análisis, sino talves disfrutar del momento en que me daba cuenta o confirmaba lo que ya sabía: mi madre fue y es de una pieza integra, de una pieza que por el hecho de ser humano la hacía imperfecta, pero a nuestros ojos, a los ojos de los demás se distinguía por cualidades tan importantes, tan hermosas, de un gran valor como lo son la honestidad, la lealtad y un altísimo sentido de la responsabilidad; quise hacer memoria de muchas situaciones en las que se vieran ejercidas estas cualidades y hay infinidad de ellas, en el diario vivir, en la administración perfecta de su hogar, en la educación y enseñanza que siempre nos dio (que dicho sea de paso, yo no supe asimilar como ella hubiera querido), en la lealtad y respeto pero sobre todo el gran amor que le tenía a nuestro papá; no tengo recuerdo de algún momento en el que ella hubiera querido sacar provecho de una situación a costa de los demás, antes pensaba primero en el prójimo... mucha gente disfruto de su bondad, mucha gente disfruto de su ayuda, de sus consejos, de su experiencia... pero nosotros gozamos siempre de su amor inmenso e incondicional. Gracias hermano por escribir esto y por permitirme dedicar un buen rato a pensar en mi madre... solo en ella. Espero haberme explicado.
ResponderEliminarTe explicaste perfectamente, carnalito. Fuera de que el amor nos hiciera ver cosas que no son, es claro y evidente que mi madre fue, y es, como lo puso Sidney en el nombre del blog, UNA GRAN MUJER.
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