Dos consuelos de la Güerita

Hay dos cosas que le he oído a la Güerita, que me han significado mucho. Una es que estando en la casa, en la cocina, dijo algo así como "Ahí donde tiene mi mamá la canela (o la pimienta, no recuerdo bien)". En ese momento me pareció enormemente consolador que no dijera "Ahí donde tenía...", sino "Ahí donde tiene". Me hizo realmente sentir lo que creemos: que mi mamacita vive. Cuando recién partió mi mamacita, hubo unos días en que me sentí como sin dolor e ilusamente pensé que lo peor había pasado y creí que lo mejor era no aferrarse a las cosas que ella dejó en la casa. Pensé en algo así como "dejarla ir". Hoy, ir a la casa y seguir viendo sus recaditos, su ropa, sus medicinas, etc., me ayudan a atemperar el terrible dolor que en lugar de irse se hizo más hondo y cierto. Creo que nadie de nosotros caerá en convertir en fetiches las cosas de mi mamacita, y con el tiempo, de forma natural tal vez las vayamos guardando o repartiendo, conforme sucede la segunda cosa que me dijo la Güerita y que me dio tanta tranquilidad. Me dijo (y seguramente se lo ha dicho a todos): "Mira, manito, ahorita el dolor de que no esté está por encima de la alegría de saber que está en el cielo, pero poco a poco la alegría de que está en el cielo estará por encima del dolor de que no esté". Así de sencillo y así de verdadero. El que suframos su partida no compromete en nada nuestra fe. Sufrimos mucho al mismo tiempo que creemos firmemente que mi madre vive y que la veremos. Y un día, como dice la Güera, esta fe y el gozo que implica le ganará terreno al dolor y entonces festejaremos con más alegría el triunfo de mi madre, que como me dijo un gran pensador que conozco, pasó de la vida a la vida. Que Dios nos guarde en nuestro dolor y nos lleve por buen camino hacia el gozo de su paz.