jueves, 28 de enero de 2010
¿Qué decir?
Cada vez que me dispongo a escribir aquí, tengo el primer impulso de tratar de explicitar en qué fase de nuestro dolor inmenso estamos, como para tratar de desahogarlo, de sacarlo, de no sé qué, como si con explicarlo pudiéramos dominarlo, tenerlo bajo control. Pero ninguna palabra hace menguar su ausencia. Y sé perfectamente que no es necesario describirlo porque todos sabemos qué es esa punzada en el estómago, en el pecho, en la cabeza. Punzada... no encuentro palabras precisas, del tamaño suficiente , y sin embargo no es necesario encontrarlas para dar a entender lo que ya todos entendemos hasta el fondo de nuestra alma. Y quisiera mejor hacer lo que hacen todos, compartir un pedacito de vida de mi mami. Pero ¿qué? Su mirada que se cae de amor, el timbre de su voz, la imagen de su andar cansado, su mirada otra vez, su abrazo... La imagen que más dentro tengo es su mirada tiernísima cuando nos decía cuánto nos quería, que pareciera que estuviera viendo ángeles en el cielo y no los hijos imperfectos que somos. Y en esos momentos terribles en que la conciencia de lo irreversible de su muerte se nos viene encima y entra uno en minutos de deseperación, lo único que nos salva es lo único que salva verdaderamente en este mundo, y que es la fe, la fe que Dios nos ha regalado, la fe que muchos no tienen, y que nos hace pensar que cada minuto, cada hora, cada día que pasa, nos acerca a ese momento esperado en que cada cual, cuando nos llegue la hora, correrá hacia los brazos de mi madre, para amarla para siempre. Que Dios nos bendiga a todos y nos guarde en su amoroso seno mientras este dolor nos siga lacerando. Él no permitirá que el dolor de la muerte vaya más allá de donde su amor lo permita. Él nos cuida, él nos guarda. Y nos da la bendición tan grande de tener a mi padre, y tampoco encuentro ni hacen falta palabras para que todos entendamos cómo lo adoramos, y qué alegría y consuelo nos da tenerlo de aquí para allá, con uno y con otro, con su personalidad que no se quiebra aunque esté derrumbado por dentro. Padre, hasta que Dios te lleve al lado de mi madre, siempre te amaremos con toda nuestra alma.
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