Madre, a ti vamos

Madre, ¿cuándo vendrás? ¿Cuándo regresarás? Estás tan presente en tu vida y en tu muerte. En nuestro recuerdo te sentimos tan cerca, vemos tu cara hermosa y oímos tu voz. Se mezcla la tristeza y la esperanza. Vives pero no estás, no estás pero vives eternamente. La esperanza es grande, pero la nostalgia también, la necesidad de que estés con nosotros, la necesidad de que tu presencia amante nos cobije, nos aliente, nos consienta, nos ame. Madre, pronto te veremos. Tu partida nos ha hecho ver el tiempo de otro modo. Nuestra vida es corta. ¿Cuánto duraremos hasta que seamos arrebatados hacia el cielo? Las cosas han tomado otro sentido y otro color. Te fuiste y nos dejaste girando como hojas en el aire, sin el asidero de tu amor. La gracia de Dios, y el amor de y a los nuestros nos mantiene y alienta. Cuesta trabajo creerlo, pero así será: que nuestra vida junto a ti en la tierra nueva será mejor que nuestro estar arremolinados a tu alrededor en la mesa, será mejor que el abrazarte con cuidado para no lastimarte, será mejor que oír tu voz que se deshace en amor por teléfono, será mejor que verte sentada en el corredor, será mejor que verte salir con tu carita tan feliz a recibirnos cuando llegamos a la casa, será mejor que verte llevarnos jugo de naranja a la cama. Será mejor que verte decirnos adiós y saber que te quedas triste porque nos fuimos. Será mejor que sentir de tantas maneras los modos de tu amor por nosotros. Quizá más exacto sea decir: lo mejor de todo esto, y más, tendremos en el futuro contigo. Madre, qué largo se hace el tiempo hasta volver a verte. Pero hacia ti vamos. Cada instante nos acerca a tu abrazo, a tus besos. Madre, te amamos tanto, te extrañamos tanto, te necesitamos tanto. Pero así es la vida y seremos fuertes para esperar. Tú nos estás esperando. Por la gracia de nuestro Señor pronto nos encontraremos. Mil besos, mamacita.