lunes, 19 de julio de 2010
Besos hasta el cielo
Madrecita, estos días he estado muy triste, hemos estado muy tristes. Nos llenamos de ti viendo fotos y videos. Tu recuerdo nos alegra el alma y tu ausencia nos la golpea. ¡Cómo necesitamos acudir a la esperanza de que vives para no derrumbarnos! Nos lo hemos dicho hasta el cansancio: tu cuerpo amado está bajo tierra, pero tú, tú no estás bajo tierra, mamacita. Tú estás en la vida. Pero nos desespera no poderte escuchar ni ver ni sentir. Nos desespera enfrentar la ley de la vida: que las cosas pasan, que todos nos morimos y que tú te nos fuiste ya y que nuestra vida como era antes, todos juntos, ya se acabó en esta tierra. Quedamos tu esposo y tus hijos para llorar tu ausencia, tratando de reirnos cada vez que viene al caso. Pero todos lloramos a escondidas, en la noche, cuando nadie nos ve. Cuando en nuestro trajinar diario la mente nos juega la mala pasada de hacernos olvidar por un instante que ya no estás y te recordamos como si allá estuvieras en la casa, y al siguiente segundo nos viene el hachazo de que no, no hay mamá en la casa, no hay mamacita hermosa. Mi papá ahora es nuestro sol y quien mantiene vivo el hogar, nuestra casa. Y con él nos hacemos bolas para ir arrastrando nuestra tristeza. Un día él te alcanzará y nuestra tristeza será más grande y más pequeña. Y un día todos te alcanzaremos y entonces ya no habrá más tristeza. Madre adorada, recibe los miles de besos que tus hijos te mandamos hasta el cielo más alto en el que estás.
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