martes, 13 de septiembre de 2011
Esperando el cielo
Aquí vamos, día a día, deseando el cielo donde está mi madre. Ella se fue y con ella se llevó no sé cuánto de nosotros. Quedamos cortados, no hay remedio. Tenemos una vida por cumplir y gente a la que amar. Está la bendita esperanza que se hace más grande conforme nuestro dolor aumenta. Y la misericordia de Dios que nos enseñará a vivir sin mi madre. Dios nos dé fuerzas para ser un poco más dignos de su promesa, un poco más dignos del ejemplo de mi madre, un poco más dignos de la felicidad más grande que nos espera, cuando otra vez estemos todos juntos para siempre, y enterremos para siempre el dolor de aquella noche en que se nos fue. Algún día la antigua sonrisa volverá a nuestra vida, cuando sintamos otra vez el cariño de mi madre, cuando volvamos a ver su sonrisa y a sentir su cara en nuestra cara. Cuando volvamos a escuchar su voz y a recibir su cariño. Tarde tras tarde nos volvemos a preguntar que cómo que ya no está, que qué significa exactamente eso, que por qué se nos quedó en ruinas esa parte de nuestra vida. Creo que nunca podremos entender eso de que ya no esté en la casa y de que ya no nos reciba en el corredor ni responda al teléfono. Antes de que logremos entenderlo iremos a ella y ya no habrá necesidad de entender lo que no se puede entender. Extrañamos a mi madre. Dios nos dará el inmenso regalo inmerecido de devolvérnosla. Te veremos pronto, mamacita.
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