miércoles, 15 de junio de 2011
Dolor
No entra en la cabeza. No se puede aceptar. No hay modo de estar contentos y felices. Esposo e hijos de Abigail Rodríguez Martínez vivimos recibiendo mazazos en el corazón cada vez que se hace muy clara la conciencia de su ausencia. Cada quien recordamos una forma de su mirar, un aspecto de su cara, un matiz de su voz, muchos de sus innumerables actos de amor, incluso muchos de sus malos momentos, de sus depresiones, de su fuerte carácter. Es toda una vida de cuidarnos, de ser nuestra madre de tantos y tantos días y noches en nuestra casa, y aun cuando salimos de ella. La fe hace llevadera esta carga. La fe, ese regalo inmerecido y maravilloso de Dios, que nos hace creer en lo que no se ve. Pero nuestro dolor está en lo que sí vemos, en este mundo, en la casa sin mi madre, en las fiestas en que al ver a mi padre solo no podemos evitar imaginar la falta que le hace mi madre a su lado. Tenemos alegrías, alegrías que Dios nos provee en su amor infinito. No sé cuándo estas alegrías volverán a ser como antes. Seguramente nunca. Al parecer, así es la vida. No somos los únicos ni los primeros ni los últimos. Mi padre y mi madre perdieron a sus padres y hermanos. Ahora nos toca a nosotros llevar en nuestra vida la marca de esa herida. Gracias Dios por darnos la esperanza de volver a verla.
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Manito, tienes toda la razón, La ausencia física de mi mamita nos duele tanto, que se nos ha hecho muy difícil este nuevo camino si ella. Y ciertamente, las alegrías como antes ya no serán más, por eso debemos de vivir nuevas alegrías, tocándolas con el recuerdo de nuestra hermosa y amada mamacita. El recuerdo de como hacía ella las cosas, como nos hablaba, como nos apapachaba permearán ahora nuestras vivencias de modo que hallemos en esas alegrías la presencia de mi mamita preciosa. No se si me explico. Solo expreso lo que siento. Te mando un millón de besos y a mi mamitam un sinfin de ellos con mucho amor.
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