jueves, 27 de enero de 2011

"Mi mami ya no está"


¿Alguna vez, algún día comprenderemos la idea de que “ya no está mi mamá”? Entendemos su lógica elemental, y también su significación evangélica, teológica. Pero, ¿cuándo comprenderemos su significación en nuestros huesos, en nuestros recuerdos, en nuestro corazón? ¿Cómo entender cuando en algún momento ella viene a nuestra mente, o el hábito de pensar en hablarle por teléfono, o las ganas de verla, y de inmediato nos damos cuenta de que la triste realidad –para nosotros– es que ya no está? ¿Algún día se entenderá, o sea: se aceptará con paz? Dios quiera que sí. Allí el tiempo hará su trabajo, el de ir borrando las huellas, por lo menos las que deja el dolor. Pero lo que lacera el estómago es lo irremediable de su ausencia, el hecho de que no importa el tamaño de nuestras ganas de verla, no importa que ella estuvo en nuestra vida desde que nacimos y en la de mi papá desde que la conoció. No importa que en mucho nuestra vida, de lejos y de cerca, giró en torno a ella. Nada importa: sea como sea ella no está y no estará nunca más en nuestra vida de todos los días. Eso quiero compartir por desahogar y porque sé que es nuestro sentimiento, el de todos. No ofendemos a Dios con llorar. Porque él ha sembrado en nuestro corazón la esperanza de que en la nueva tierra ya no extrañaremos ésta y abrazaremos eternamente a mi madre.

martes, 11 de enero de 2011

Mamacita

Mamacita:

Se me antojan unos bisteces empanizados, con macarrones y lechuga. Se me antojan unas lentejas con todo lo que le pones: huevos duros, plátanos, chorizo, carne de puerco… Se me antojan unos frijoles con puerco. También se me antoja verte sentada en el patio, en una silla pequeña mientras se quema el zacate que recién cortamos, mientras te espantas los moscos de las piernas y platicas con mis hermanas, y nos dices váyanse para allá, chiquillos. Se me antoja dormitar con mi cabeza sobre tus piernas mientras tú también duermes frente a la tele. Se me antoja verte bajar del coche al llegar a cualquiera de nuestras casas y todos hacerte fiesta alrededor. Cuánto ha de pasar para volver a abrazarte. No es fácil aceptar que lo más probable es que nunca más nos recibas en el corredor (pero lo que venga será mucho mejor que eso, lo sabemos). Mami, en nuestras reuniones familiares siempre siento una especie de frío, un experimentar… no lo sé, o no lo puedo explicar. Sin embargo, tú estás bien. Tú descansas. Tú ya terminaste tu tarea, te fuiste en paz y con honor. ¿Cuánto nos queda a nosotros? Sólo Dios lo sabe. Pero lo cierto es que desde que te fuiste el tiempo dejó de ser eterno y ahora se me hace chiquito, tan pequeño que me cuesta darle importancia a las cosas a las que antes se la daba. Cuando te volvamos a ver, ya no habrá despedidas ni ningún se acabó. Y nuestro amor será mejor y más verdadero que el mal amor que te pudimos dar aquí, por lo menos yo. Madre, te vemos gracias a Dios en fotos y videos. Oímos tu voz y vemos tu cara. No es poca cosa mientras nos volvemos a encontrar. Mil besos mamacita.