martes, 27 de diciembre de 2011

Pronto te abrazaremos


Madre, madrecita, a donde quiera que estés, en el más alto cielo, te hablo aunque no me escuches, porque sé que estás viva, porque sé que aunque no te vemos y tu cuerpo está en el cementerio, tú estás en la más grande vida. Madre, te extrañamos aquí hasta las lágrimas y a veces hasta la desesperación, porque tu vida en este mundo se acabó. Todos nuestros años los vivimos contigo, de cerca o de lejos, y ahora ya no estás aquí, con nosotros. Nos queda el consuelo, que es lo más glorioso y lo que más deseamos y agradecemos, de que estás contenta y feliz en grado supremo, y qué más podemos querer para ti, mamacita. Sabemos que moriste, y ese golpe nos ha marchitado. Pero no te experimentamos como muerta, sino como ausente. No podemos experimentarte como muerta porque no lo estás, porque tú estás viviendo en otro lugar, al que nosotros también vamos. Sea cual sea nuestra vida aquí, nos espera, por la gracia incomprensible de Dios, el volver a verte, el volver a oírte y el volver a abrazarte. Por eso tu recuerdo tan cercano, tan real, es como un signo de que estás viva. Te recordamos viva y sabemos que estás viva. Tu muerte sólo es un trago amargo que hemos de beber, pero no has desaparecido para siempre. Ni siquiera has desaparecido: sólo cambiaste de mundo y pronto regresarás a este mundo, a la tierra nueva y al cielo nuevo que nos espera por la infinita misericordia de Cristo. Los días y los meses y los años pasan, mamacita. Ya casi te estamos abrazando otra vez.

sábado, 3 de diciembre de 2011



Madre mía

(En recuerdo del II Aniversario de tu partida, 4 de diciembre de 2009)



Madre mía, mañana te cantaré Las Mañanitas.

Las cantaré, aunque sé que no las necesitas.

Estás tan contenta y satisfecha allá en el cielo,

Que no necesitas saber de nuestro duelo.



Madre mía, hace ya dos años, veinticuatro meses,

Setecientos treinta días, horas, no sé cuántas veces.

Pero en cada minuto y segundo de nuestra vida,

Lloramos todavía tu inesperada partida.



Madre mía, lloramos porque te extrañamos,

Lloramos porque tu voz y presencia necesitamos,

Lloramos porque nos haces, en todo,  tanta falta,

Lloramos, pues cada día tu recuerdo nos asalta.



Madre mía, a ninguno de nosotros tú necesitas,

Y solo en nuestros sueños a veces nos visitas,

La gloria del Señor llena ahora tu eterna vida,

Y el viaje que emprendiste, solo tiene ida.



Madre mía, gracias a Dios porque te bendijo

Dándote singular morada, como Él lo dijo.

Y ahora cantas con los ángeles y también te gozas,

Y luces lozana, transformada cual capullo en rosas.



Madre mía, como siempre, siempre te amaremos,

Y a través de los años, con amor te recordaremos.

Y hasta que el Señor nos lleve a su presencia,

Llevaremos en nuestro corazón, tu esencia.





Te amo y te extraño, Mamita preciosa.

2 de dic 2011       10:30 hrs.