viernes, 19 de noviembre de 2010







Bástanos tu gracia.

Muchas veces me he preguntado por qué no pudimos despedirnos de nuestra mamacita hermosa.

Me lo pregunto, y al mismo tiempo me cuestiono la inutilidad de la pregunta y lo insuficiente de la respuesta.

¿De verdad el haber podido despedirnos aminoraría la inmensa nostalgia por su presencia? ¿Esas palabras, frases o caricias de despedida llenarían un huequito de lo que ahora anhelamos tanto? ¿En qué medida?

Yo me digo: Siempre querría más. De haber sucedido estoy segura que querría más. Más tiempo, más exactitud en lo que hubiera podido decirle en esos momentos, más de sus caricias, más de su voz.

No niego que aún con eso, ya que su partida estaba en los planes eternos de Dios, hubiera preferido esos momentos. En mi imaginación adapto la escena y mi mamita puede respondernos, puede decirnos también ella sus últimas amorosas palabras. Nosotros podemos uno a uno besarla y recordarle cuanto la queremos y podemos orar con ella y dar gracias a Dios por su vida y su salvación. Seguramente acompañaríamos con cantos y lectura de la Palabra su partida. Aún así, hubiéramos sentido el dolor de la separación, pero es una imagen consoladora.

La otra escena, la que vivimos, la separación de tajo, sin avisos ni despedidas, es más que difícil de asimilar. Amortigua el seco golpe el saber que ella no sufrió una larga agonía. Que no nos vio sufrir por su partida. Que estuvo en su casa hasta el último día. Qué estuvo sola escasos minutos. Que sus últimas horas también estuvo rodeada de amor. Saber que de lo último que se le escuchó decir ese día fue “estoy tranquila, todo está en orden, estoy en manos de Dios”. Sobre todo, el saber a donde fue, con quien está y el grado de bienestar supremo que ahora disfruta. Lo vivo de su vida.

Entonces, ya no me pregunto por qué sino para qué.

¿Para qué era necesario que ninguno de sus hijos ni mi papito, pudiéramos despedirnos de ella?
No tengo la respuesta exacta, pero viene a mi mente como un regalo de paz, de reflexión, las palabras del Señor: “Bástate mi gracia”.

Corintios 12: 7-9

“… Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.

Jesús dijo que en este mundo tendríamos pruebas y tribulaciones, pero que confiáramos porque Él había vencido al mundo (Juan 16:33). Él puede escoger no librarnos de las pruebas a las que nos enfrentamos en este mundo, pero también Él nunca nos dejará ni abandonará cuando pasemos por ellas, y aún puede restaurarnos milagrosamente para mostrar Su gloria.

Mamita hermosa, Dios nos fortalezca en fe en medio de nuestra nostalgia. Tu amor siga siendo instrumento de bendición en nuestras vidas al movernos a buscar consuelo, esperanza y fuerza en las promesas de nuestro amado Salvador.

Gracias a Dios por la vida de nuestro amado papito, hermanos y sus familias.
Miles y miles de besos de nuestro corazón para ti.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

ACROSTICO CON AMOR



A MI MADRE

Aquí estamos, madre mía,
Pensándote cada día,
Recordando con anhelo
De tu amor, el tierno velo.

Bogando vamos mamita
Con el alma muy contrita,
Pues tu amorosa presencia
Se ha convertido en ausencia.

Imaginamos tu vida
Del amor de Dios tupida,
Con los ángeles cantando,
Sobre oro caminando.

Ganaste tu recompensa
Para una vida intensa.
La corona de la vida
Que tenías prometida.

Ahora, los de tu amado
Vamos con él a su lado y
Apoyados en el Señor
Nos sostenemos con tu amor.

Ilumínenos del Señor
La luz eterna de su amor.
Y en tu ausencia madre nuestra
Séanos tu ejemplo, muestra.

La bendita consolación
Reciba nuestro corazón,
Y con alegría esperemos
El día en que te veremos.


¡ TE AMAMOS MAMITA!

martes, 9 de noviembre de 2010

Feliz partida

Madre, no viste morir a ninguno de tus hijos. Madre, no viste morir a tu esposo. Madre, no fuiste secuestrada, ni maltratada, ni moriste de cáncer. No sufriste tener un hijo asesino o drogadicto. No moriste en medio de la guerra, viendo explotar a tus seres queridos. No quedaste prensada entre ningún fierro retorcido. Casi casi que solamente Dios te dijo un día, aquella noche: "Ven, hija `mía". Y tú dijiste: "Voy, Padre amantísimo". Volaste al cielo, hiciste el hermoso viaje, antes de que te pasaran las cosas horribles que otras gentes Dios permite que sufran. Infinitas gracias a Dios por la tranquila y confiada partida que te permitió. Dios le depare a mi padre y a nosotros un vuelo a su presencia semejante al tuyo. Madre, te extrañamos tanto, con un dolor que nos destroza el estómago y nos entume la cabeza, pero te sentimos tan cerca porque tus videos, tu voz que oímos, tus movimientos, los movimientos de tu amor, nos recuerdan y nos hacen sentir la verdad de que estás viva, de que el corazón inmortal que Dios te dio, que Dios nos dio, está vivo en algún lugar en el que está Jesús. En presencia de Dios no existe la angustia del tiempo, de la espera. En un abrir y cerrar de ojos estaremos contigo. Un millón de besos, mamacita.